Me gusta cuando sudo,
cuando la piel se vuelve tempestad
y los gemidos se escapan,
roncos, dulces, ricos,
como si cada nota que lanzo al aire
se clavara en tu pelvis.
Me muerdo los labios,
los dejo marcados, húmedos,
como antes de un beso prohibido.
Y luego te muerdo a ti,
despacio, fuerte, con hambre,
porque la boca no es para callar
sino para reclamar territorio.
Te lamo la clavícula en circulitos lentos como melodía desencadenada
bajo como si mi lengua rezara,
como si cada gota de sudor en tu piel
fuera mía…
y lo es.
Me balanceo sobre ti,
como un compás de fuego,
lento al principio,
y luego más…
hasta que no sabes si gritas,
o si soy yo quien te arrastra a gemir cuando escuchas mis gemiditos lentos....
Mis caderas son un conjuro.
No se preguntan.
Se obedecen.
Y si te atreves a mirar mis ojos mientras entras a mi, notaras el cambio en mi mirada y te juro que no vuelves a amar sin pensar en mí.
Porque cuando me entrego,
no te regalo amor.
Te marco con deseo.
Y eso… no se olvida.
Y justo cuando crees que lo tuviste todo,
me alejo, suave, desafiante,
te miro con fuego, con poder,
y empiezo a tocarme.
Para que observes,
para que aprendas,
cómo me hago el amor,
cómo mis dedos saben dónde,
cómo me acaricio como deseo que tú me acaricies,
cómo gimo solo por mí…
hasta terminar,
con mi propia explosión.
Con mi propio nombre en la boca Alexandralasoprano